Estimado/a visitante,
DeletedUser
Bueno, ya ha acabado el plazo para que me enviéis vuestros relatos. Os dejo aquí los cuentos que me han llegado y en breves el jurado nos dirá el nombre de los ganadores. ¡¡Mucha suerte a todos los participantes!!
Cuento 1: Denipac (Opciones 1 y 2)
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Cuento 2: Príncipe Drow (Opción 1)
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Cuento 3: GADITANO (Opción 4)
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Cuento 4: Tijuanático (Opción 1)
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Cuento 5: Geserit
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Cuento 1: Denipac (Opciones 1 y 2)
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[/SPR]Mi Vida en 267 palabras
Hace mucho tiempo una alianza llamada Mercenarios, nos hizo un operativo, pero no un operativo cualquiera, un enorme, gigantesco, descomunal operativo. Nos quitaron 98 ciudades en tan solo 1 semana, las unidades que más utilizaban para conquistarlas eran las brujas y los gatitos (que anda que no meten).
¿Cómo empezó todo? te preguntarás, pues no lo sé ni yo. Los Mercenarios de repente se convirtieron en tanques (cosa que no entiendo, porque que yo sepa por esa época no había de esos), nos empezaron a destruir las murallas y a mandar doscientas mil monedas de plata a cada ciudad, y encima de mil en mil, vamos que teníamos la bandeja llena de espionajes.
Al final casi todos mis compañero se fueron a otra alianza y yo me tuve que quedar hasta que vino mi salvador, mi dios, mi Miranda en la copa del rey. Este salvador era conocido como Belaya Smert, una alianza que al parecer había ganado el mundo Maratón por lo que eran bastante famosos, aunque yo les acababa de conocer y eso que llevo en el juego desde 2011.
Un día cualquiera entramos en guerra con los Pitufos, se enfadaron y cambiaron de color a rojo (nunca mejor dicho). Cada día se cambiaban de nombre, incluso una vez se pusieron de imagen un coche de una marca llamada Smart.
Bueno, unas semanas después mis jefes se volvieron locos y echaron a casi todo el mundo, nos quedamos unos 50 en la alianza. Después se fue todo el mundo y me uní a Demonios del Infierno con los que moriré aun que vaya al averno.
Cuento 2: Príncipe Drow (Opción 1)
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[/SPR]Era una noche de luna llena en Édessa…
Una noche en la que el dios Zeus no dejaba a las estrellas ver su luz…
La oscuridad reinaba en los terrenos de la ciudad de los Elfos Oscuros como si del Hades se tratase…
Y fue allí, en las puertas de la ciudad, dónde empezó esta oscura historia…
Dos Drows escondidos en las entrañas de Édessa salían de la ciudad a escondidas, caminando entre las sombras.
Llevaban unas túnicas puestas que ocultaban su cuerpo y sus cabezas de los soldados, también ocultaban a un pequeño ser, con escasos días de existencia. Era un Drow recién nacido, un pequeño Drow que dormía plácidamente en esos momentos.
La pareja encapuchada salió de la ciudad y empezó a adentrarse en el bosque de Calidon. Caminaron sin pausa, entre los siniestros árboles y entre criaturas nocturnas. De pronto se pararon en frente de un árbol, un árbol alto y ancho, que se alzaba entre los demás.
-Dejémoslo aquí, nadie podrá encontrarlo.-dijo uno de los encapuchados, que parecía ser un hombre, juzgando por su voz.
-¿Seguro que debemos hacerlo? Podría ser destrozado por las arpías, además, al fin y al cabo es nuestro hijo…-dijo el otro encapuchado, que tenía una voz femenina.
-Ya hablamos suficientemente de este tema. Ahora debemos volver o empezarán a sospechar de nosotros.-respondió el varón, con un tono agresivo, que escuchaba a los caballeros a lo lejos.
Entonces, la mujer dejó a la criatura en el suelo y acarició su cara. Entonces, una lágrima salió de su ojo, resbaló por su mejilla, y cayó encima del pecho del pequeño. Entonces, se dio la vuelta y emprendió junto al hombre la marcha de vuelta a Édessa.
Y fue en esos momentos, cuando en el pecho del niño, la lágrima se adentró por la piel hasta llegar a su corazón, y allí, en el pecho, le apareció una marca: un dibujo que tenía la forma de un ojo… un ojo negro, que derrochaba ira… que derrochaba furia… y lo más importante, que derrochaba venganza…
Ese gran árbol era especial, era el árbol de las ninfas, seres desnudas muy conocidas por su sabiduría y belleza, quienes lo criaron desde su infancia. Este pequeño sería próximamente el rey de Édessa, gran capitán y mejor navegante, adorado por los dioses y temido por los hombres, sin duda el mejor hombre, pero aún más, mejor padre, quién mejor para decirlo que yo, su hijo, el príncipe drow.
Cuento 3: GADITANO (Opción 4)
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[/SPR]LA SORPRESAEl mar parecia en calma, el barco se mecia, suavemente sobre las olas suaves, que parecian besar con dulzura la madera.... La luna, con su cara redonda se miraba presumida en las tranquilas aguas de aquel tranquilo y hermoso mar.... era una noche suave de verano, y nada parecia que la pudiera perturbar...
Poseidon, tranquilo sujetando su tridente lo miraba todo, pues como dios del mar, nada escapaba a su conocimiento... comprobaba el hermoso cuadro, hasta que algo le llamo la atencion, sobre la cubierta habia una hermosa mujer de pelo negro y grandes ojos azules, que miraban con tristeza las oscuras aguas, parecian preguntarles algo, preguntarles sin hablar...
absorto en su rostro, no observo como subida a la barandilla, dispuesta estaba a fundirse con las aguas, primero se alegro... aquella hermosa mujer se reuniria con el bajo las aguas, pero luego se inquieto, recordo con tristeza que los humanos no podian respirar bajo el agua.... sin pensarlo solto su tridente y raudo volo entre las aguas justo en el momento en que la mujer se hundia en ellas...
la alzo sobre ellas, flotando sobre la espuma, absorto en su rostro... hacia tanto tiempo que aquel viejo dios no sentia latir su corazon, que su sorpresa fue creciendo cada vez mas al notar los latidos en sus oidos....
hola... porque lo has hecho le pregunto - mirandola fijamente...
porque nada me une a la vida, todo lo perdi..... el mar me arrebato lo que mas queria... y con el queria reunirme en el fondo... -dijo con amargura
Aquel viejo dios noto quebrarse algo dentro de el.... le beso en la frente con ternura, y cayo en un profundo sueño... la llevo a una playa de hermosa arena blanca de la grecia que tanto le adoraba.... y hundiendose en el mar busco a aquel que el corazon de su amada tanto añoraba dejandolo a su lado..... le insuflo el aliento de la vida nuevamente....
y volvio a las profundidades del oceano.... ZEUS viendo la escena, sorprendido por lo que habia hecho su hermano le hizo llamar....
Explicame hermano mio porque has hecho eso anoche.... pues si la tenias en tus brazos podias haberle dicho quien eras y asi ganarte su favor - dijo
No hermano.. nunca me querria como queria a aquel que añoraba, vi en sus ojos algo que jamas tendre, vi pasion y deseo de estar con alguien... hermano mio, creeras que no, pero siendo un dios, me senti empequeñecer, y senti envidia de los que tanto creemos que son inferiores.... Daria, hermano mio, y no te miento, todo cuanto soy y poseo, por sentirme amado como esa mujer amaba a ese mortal....- y una lagrima broto de los ojos del impasible POSEIDON, se deslizo por su rostro y cayo inevitablemente sobre las tierras de grecia.....
La tierra sedienta la bebio.... y broto un rio, desde entonces fluye el rio aqueron, por las hermosas tierras de grecia.....
Cuento 4: Tijuanático (Opción 1)
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[/SPR]Esta es la historia de un payaso de un circo, pero no era un payaso cualquiera, se trataba ni más ni menos que de un príncipe que había huido de una vida de lujos porque lo que realmente quería era hacer feliz a la gente aunque fuera por unos instantes.
Engañó a su padre, Rey de un gran imperio, diciendo que iba a colonizar nuevos territorios, pero era un príncipe bueno, no quería luchar, no quería ver a la gente sometida a su mandato, soñaba con un mundo libre.
Tras una breve despedida partió hacia las ciudades que le habían ordenado. Aprovechando un día de grandes tempestades dio esquinazo a las naves incendiarias y a todos los barcos que transportaban a sus soldados para continuar su camino sólo.
Cuando llegó a la primera ciudad todos los aldeanos corrieron a esconderse atemorizados. Él decidió ir por las calles tarareando una canción que así decía: “Había una vez un circo que alegraba siempre el corazón, lleno de color, un mundo de ilusión, pleno de alegría y de emoción…”
Algunos niños llegaron a asomarse a la ventana o incluso a la puerta de sus casas pero rápidamente sus familiares les decían que volvieran dentro y cerraban todo a cal y canto.
Esto no le detuvo, él continuó cantando su canción “Había una vez un circo que alegraba siempre el corazón, sin temer jamás al frío ni al calor el circo daba siempre su función…”
Poco a poco la gente, aún con algo de desconfianza, comenzó a seguirle hasta llegar a una placita. “Siempre viajar, siempre cambiar, pasen a ver el circo, otro país, otra ciudad, pasen a ver el circo, es magistral, sensacional, pasen a ver el circo… somos felices al conseguir a un niño hacer reír…”
Cuando terminó de entonar su canción se había formado un gran corro a su alrededor. Los niños le miraban entusiasmados, los padres expectantes, incluso los más ancianos habían acudido a su llamada.
El pequeño príncipe comenzó con su actuación, un número tras otro, malabares, chistes, cuentos, trucos de magia… de vez en cuando sacaba a algún voluntario al centro para que participara en su función. La gente era feliz, todos se habían olvidado de sus problemas y estaban viviendo el momento más mágico de sus vidas.
Pero como todo empieza, todo termina, rápidamente recogía sus bártulos, sus chisteras, sus conejos, sus aros… todo, y se iba sin dejar rastro para evitar que el Rey pudiera descubrirle.
Un día el Rey decidió pagar una gran cantidad de monedas de plata al mejor espía jamás visto en todo su reino para que averiguara el paradero de su hijo, quien no estaba cumpliendo las misiones encomendadas. Le acompañaban varios hoplitas bajo la orden de ajusticiarle.
Y… lamentablemente así fue. Lo que el Rey no sabía es que aquel acto tan atroz sería su perdición.
Una fría mañana se empezó a escuchar un murmullo que venía de los alrededores de sus ciudades, ese murmullo se acercaba más y más, hasta ser fácilmente descifrable. Decía así: “Había una vez un circo que alegraba siempre el corazón…” ¿Quién era esa gente que se acercaba cantando una melodía tan absurda? – pensó el Rey.
Eran aquellos aldeanos a los que el príncipe había hecho felices. Entre todos formaron una gran alianza que hizo que, en tan solo un abrir y cerrar de ojos, el reino yaciera completamente devastado.
Desde aquel día esa gente luchó por conseguir un mundo mejor, acabando con todos los enemigos que intentaban frenarles y acercando la felicidad a las buenas personas que lo merecían.
Evidentemente, siempre acompañados de una misma melodía, pero esa ya sabéis cuál es… ¿verdad?
Cuento 5: Geserit
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[/SPR]RASTRILLO PODEROSO
No había manera. No encontraba su rastrillo por ninguna parte. No podía ir a la mina sin su rastrillo. Pero tampoco quería engrosar las listas del paro, eso lo tenía claro. Decidió olvidarse de él por un día, y cruzó la puerta. Se dirigía, como todas las madrugadas, a su amada mina de plata. Adoraba el lugar. La isla, con un + doradito en plata, le permitía vivir sobradamente y hasta mantener a dos pequeñas larvas a las que había llamado Furia y Erinia. Su trabajo de minero era, además, todo un reconocimiento. Radios lejanas y programas muy famosos hablaban de su buena trayectoria y su gran actividad. No podía menos que sentirse orgulloso. Y, con su ímpetu característico, picaba y picaba. Toda la mañana estuvo picando y amontonando la cuantiosa plata que iba extrayendo. No fue si no hasta pasado el mediodía cuando su pico chocó contra una roca inusualmente dura. ¡Lo que se temía! En ese mismo instante volvió a pensar en su rastrillo. ¿Cómo iba a despedazar las rocas zeústicas sin él? Sin el rastrillo disparador de terremotos esas rocas no se moverían. No podría avanzar. ¡Tenía que encontrarlo!
Pasó largas horas a partir de entonces buscando por toda la mina algún rastro o alguna pista que le recordara dónde lo había dejado. Pero él estaba muy seguro de habérselo llevado a casa, a buen recaudo. Así que, rozando la desesperación, volvió a casa, disimulando su estado. Furia y Erinia lo recibieron a golpes, tan cariñosas ellas. Así demostraban su amor al padre. Y él les correspondió con una buena ración de carne cruda que había guardado la noche anterior en la despensa. Mientras sus hijas devoraban tal manjar, rebuscó por todas partes en busca de su rastrillo, pero no hubo forma. El rastrillo estaba oficialmente en paradero desconocido.
Así pasaron los días. Seguía sin poder avanzar en la mina, apenas disimulando ante el patrón de su ciudad. Y su entusiasmo iba menguando a pasos atitanados. No tardó mucho su patrón en presentarse en la entrada de la mina, con una indiferente mirada hacia la carretilla y los pobres montoncitos de plata que guardaba. Estampó en su cara un pergamino de talla XXL y lo desplegó. Los números de la mina de piedra estaban superando a los de su mina en un 83%. Pero... ¿Cómo podía ser? En su mente sólo cabía una explicación. El Señor Piedritas, Mister Competencia Desleal, debía tener su rastrillo... y estaba dispuesto a recuperarlo.
Tras varias noches intentando acceder a la casa del picapedrero, por fin obtuvo resultados. Lo vio a través de la ventana. El fuego de la chimenea hacía brillar sus afiladas puntitas. ¡Su rastrillo! Pero sabía del carácter uraño que se gastaba su enemigo. Era muy peligroso para él entrar y reclamar lo que era suyo. No tenía otra opción que acceder a lo que por muchos años se había negado. Tenía en su poder dos de las armas más destructivas de aquel mar, y había llegado el momento de usarlas. Sin contemplaciones.
Antes de que saliera el sol, despertó con delicadeza a Furia y Erinia. Ambas criaturas, algo remolonas, se desperezaron. Sus sonoros bostezos dejaron entrever sus afilados dientes, misteriosamente enormes en unas bocas tan diminutas. Él, entre malvado y miedoso, acercó a sus hijas una piedra, para que la olisquearan. Inmediatamente, algo se les disparó en el cerebro y salieron a toda prisa de la casa. Él apenas podía seguirlas.Sin duda se dirigían a la caza del rastrillo.
Pero no todo era tan fácil como había imaginado en su cabeza. Furia y Erinia arremetieron contra la puerta de la casucha y la hicieron pedazos sin pestañear. Destrozaron cuanto encontraron a su paso. Pero ni rastro del picapedrero. La casa estaba vacía. Entró para ver los destrozos, y no vio más que caos y a sus hijas devorando restos de comida putrefacta. Sus pies pisaron algo que acabó de romperse. Tenía debajo de sus pies el mango del rastrillo hecho pedazos. Se quedó paralizado. Mientras se lamentaba, oía la respiración de sus hijas cada vez más cerca. Sus dientes puntiagudos chorreaban sangre mientras sus amarillos ojos se clavaban en él, en su cuello y en las venas que en el latían. Lo último que vio antes de exhalar su último aliento fue las puntas afiladas del rastrillo roto, recordándole que había prometido controlar a sus hijas a cambio de él. Y había fallado.
